Relato: El Enterrador

14:02



Carlos de 80 años se levantaba un nuevo día con gran agilidad, el hombre apenas tenia unas débiles arrugas y seguía con un pelo frondoso y rizado .

Sus 1,80 acompañados de un cuerpo musculado su rostro muy moreno como de un bronceado de playa con sus expresivos ojos negros, le hacía no parecer mas que la cincuentena manteniendo un tono atlético y ciertamente atractivo, en la ciudad todos se maravillaban y algunos ciertamente le temían pues aseguraban que su aspecto no podía ser real, miles de leyendas urbanas caían sobre este enigmático personaje.

Carlos se lavaba con parsimonia, sabia que otro día pasaría de la forma mas rutinaria, volver a enterrar a los muertos, mantener el cementerio limpio, mientras que las horas entre la penumbra pasaban sin descanso.
Del enterrador apenas se conocía nada tan solo su trabajo y su sobrehumano aspecto físico.
Hombre silencioso apenas se movía del cuarto donde vivía en el propio cementerio, allí pasaba sus horas libres escribiendo poesía sobre los muertos.

Carlos sal un momento.
Ese que grita su nombre es el jefe del lugar, un hombre regordete de mediana edad.
Carlos saliendo al exterior saluda.

Hola Manolo.
Manolo: Hola Carlos te presento a Juan es un joven que estará unos meses contigo, creo que te vendrá bien un ayudante.

El enterrador clava su negra mirada en el joven de poco mas de la veintena que tiene delante, un joven alto pero delgado de pelo rubio y aspecto aniñado, por supuesto se le ve el típico estudiante que no esta preparado para ese trabajo.

Carlos: La verdad es que no necesito ningún ayudante, me las apaño bien solo.

Manolo: Eso ya lo sabemos, pero nos preocupa que siempre estés solo, necesitas compañía y el necesita aprender el oficio, os dejo solos y espero que os vaya todo bien.

Sin nada mas que añadir el jefe da media vuelta y se va entre las lapidas del pequeño cementerio.
El joven se acerca de forma tímida hacia su nuevo jefe y le tiende la mano, su mirada es desconcertante, todos le decían que no aparentaba su edad pero esto no se lo podía imaginar.

Juan: Es un placer señor, ¿cómo lo hace? Me gustaría tener su aspecto cuando llegue a su edad.

Carlos: Primero tienes que llegar, sígueme y empecemos.

El joven paso todo el día en una pesadilla siguiendo a su compañero que apenas le dedicaba la palabra por todo el cementerio, sujetándole el peso de los ataúdes, mientras su compañero literalmente volaba de un sitio a otro y terminaba sus trabajos de forma ágil y eficaz.
La noche se acercaba y se despidieron.
Juan llego reventado a casa, no podía imaginar lo que le esperaba cuando acepto ese trabajo, aunque sabia que lo necesitaba para pagar sus estudios.
Algún día pensaba el joven seré un gran escritor y no necesitare ensuciarme las manos ni aguantar a tipos como ese enterrador que realmente le daba miedo, en el se veía algo que le ponía muy nervioso y no podía evitar.

El teléfono sonó su madre al aparato lo entretuvo un buen rato mientras le decía que lo echaban de menos en el pueblo.
El chico colgó con una sonrisa, adoraba a sus padres, siempre entregados a el, ese verano su padre decidió que si quería irse a estudiar literatura, debía primero aprender el trabajo duro para que se acostumbrara a ganarse con su propio sudor sus objetivos.
Desde luego tenían razón, el se alquilo este pequeño estudio cerca de su trabajo, esa experiencia le vendría bien para madurar.
Pero en la solitaria noche no podía dejar de pensar en su tranquilo pueblo y en Mónica, su gran amor, una pueblerina sin ambiciones ni su cultura pero le daba igual, adoraba su inocencia y cada día le parecía mas bella con sus dorados cabellos acompañados de sus penetrantes ojos verdes.

A la madrugada siguiente el cementerio presentaba un aspecto tenebroso, una densa niebla recorría aquel lugar.
El sonido fantasmal del tiempo movía los árboles estos crujían parecía el sonido de la muerte, Juan movió la cabeza dejando de lado sus pensamientos y se encamino a su destino.

Carlos lo recibió con una sonrisa, extraño se dijo creía que ese hombre nunca sonreía.

Carlos: Hola Juan pasa a mi habitación, apenas tenemos trabajo.

Una vez en el interior, un irreconocible Carlos le hablaba amablemente.

Carlos: Escuche que quieres ser escritor y que estudias para eso, yo también escribo, sabes son poesías que tratan sobre este gran lugar, sobre la muerte, pero también sobre mi vida.

Mi mujer escribía poesía, murió hace mucho tiempo pero la mantengo conmigo en mis poemas, después mi vida se vio avocada a esta triste existencia.

El enterrador miraba como en trance el techo, mientras el chico lo escuchaba atentamente.
Cuando por la noche empezó a leer sus escritos, no pudo dormir en toda la noche, estaba leyendo autentica belleza, esas líneas son enfermas escritas con una ternura terrorífica, en una de ellas se veía rimas donde se retrataba con una belleza extraordinaria como un hombre realizaba el amor con la muerte.
Le aterrorizaba lo que estaba leyendo pero a la vez sentía algo que jamás sintió, una fuerza recorría su cuerpo, sentía su sangre caliente en las sombras, re repente sintió deseos impuros.

Tiro los folios al suelo, sentía todavía una violencia en su interior, ¿Quién es ese hombre? Se preguntaba.
Como podía escribir tanta belleza y a la vez tanta negrura, se sentía aterrorizado, durante unos momentos sintió deseos de matar.
Quería olvidar aquellos diabólicos escritos, cuando se levanto y los recogió del suelo sabia que ese hombre extraño le estaba quitando su alma.
Cuando por la mañana el joven llego al destino de siempre vio al enterrador totalmente desnudo abriendo un ataúd.
Carlos empezó a correr, pero de repente se detuvo y volvió al lugar, necesitaba saber mas, necesitaba descubrir su secreto.
Entro por las buenas en la habitación sin disimular para nada su presencia pero el enterrador ni volvió la vista.
Gimiendo de forma ostensible, estaba copulando con un bello cadáver, joven pero sin vida, una rubia hermosa de apenas la treintena estaba siendo manejada como un muñeco, en el silencio de la madrugada solo se escuchaba al hombre aullar sobre el cuerpo sin vida.
Llegando al orgasmo saca su pené totalmente brillante, erguido de rodillas copula sobre el cuerpo sin vida.
Tranquilamente se pone en pie, sin volver la vista habla.

Chico espérame fuera estaré contigo en un momento.

El joven estaba totalmente hipnotizado en la puerta, totalmente excitado a pesar del acto monstruoso que acababa de observar.
El enterrador salió al exterior.

Carlos: Bien veo que ya sabes mi secreto de juventud.

Juan: Su secreto? Dios mío, “el joven le mira con ojos como platos”.
E visto cosas horribles pero esto es............. usted esta enfermo, lo que escribe, esas malditas poesías me torturan, tiene 80 años y se mueve como un maldito gato no tiene ni una cana.

Carlos: Estas aterrorizado pero sigues aquí, podrías salir corriendo, decírselo a los superiores, pero volviste, estás excitado y te cuesta creerlo, mis lecturas te parecen diabólicas, aunque también hermosas.

Cada día al levantarte piensas quiero ser como el, quiero poseer su genialidad, quiero mantenerme joven con el paso del tiempo.
Ellos están muertos nosotros vivos, lee las escrituras de sus lápidas.
El chico se mueve como en un sueño del que quiere despertarse, lee con incredulidad algunas de las lápidas.
Poetas, escritores, guionistas, todos son artistas de la escritura, como un trueno la verdad le viene a la mente, empieza a visionar a Carlos.
Carlos camina en un día lluvioso cuando una joven y prestigiosa escritora sale de su casa, el la sorprende por detrás con un corte limpió le rebana el cuello.

Juan: Usted mata a todos los escritores y después copula con ellos absorbiendo su vida y su talento, sus poesías hacen sentir lo que usted siente cuando mata, su excitación, su enfermedad, la emoción de la caza y cada vez que mata es usted mas fuerte, mas talentoso.

El cielo nublado cae sobre ambos hombres, el canto de los cuervos levanta un leve viento.
El enterrador se acerca al joven.

Carlos: No es muy agradable cuando tengo que hacerlo con un hombre pero el sacrificio vale la pena, dentro de poco me quitare mas años de encima.

Todas esas muertes se fingían bajo un robo, siempre terminaban echándole la culpa a un mendigo, yo un día fui escritor, nadie jamás me reconoció el mas mínimo talento, solo se fijaban en mi mujer, en sus libros, ella fue siempre una gran escritora, la envidia me devoraba.
Un día sin saber lo que hacía truque los frenos de su coche, cuando el accidente la mato, robe su cadáver y lo diseque, cada vez que le hacía el amor su talento me poseía de una forma brutal, también descubrí que no solo eso, cada vez me sentía mas fuerte, mas joven, por mi no pasaban los años.
Cuando me mude aquí, nadie a querido averiguar nada sobre mi, solo soy el enterrador, tengo mucho tiempo para atrapar a esos artistas, soy un vampiro, en estos momentos nadie puede igualar mi arte, si me sigues conseguirás lo mismo.

Quieres ser escritor? Acompáñame en mi viaje y serás lo mas grande que pueda existir, te daré la vida eterna, el destino nos unió solo te queda aprovecharlo.

El joven sin pensar entra en la habitación, el monstruo sonríe con una sobrecogedora mueca tiene a su marioneta, ya nadie podrá detenerle.
Tan feliz esta en sus pensamientos que no pudo reaccionar cuando Juan le apuñalo por la espalda, cayendo casi sin vida al suelo, lo miro con ojos de odio.
No comprendía que pudo fallar, lo tenia echo y sin embargo el que tenía que ser su ayudante lo miraba con una sonrisa irónica.

Juan: Te denunciare, cuando todos comprendan lo que hacías cosa que sabrán cuando estudien los cadáveres, comprenderán que tuve que hacerlo, nadie pondrá en duda tu locura, saldré fácilmente inocente por defensa propia.

Se lo que tengo que hacer, tu ya mataste a muchos de ellos, tienes sus talentos y su fuerza, simplemente me alimentare de tu cadáver y seré lo mas grande que exista jamás.

Con esas palabras el joven empieza a caminar alegremente a dar parte de lo ocurrido, mientras el enterrador muere en su propia tristeza, el debió saber que la maldad humana cuando florece te transforma en un monstruo y cuando eres un monstruo nunca aceptarás compartir tus secretos.

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