Relato: Luna

18:09

Eran cerca de las diez de la noche de una fría noche de invierno, en esta ciudad no es común que estando en plena estación invernal haga calor. Pero esa noche era distinto, era una noche que no podía explicar, ¿el por qué el cambio de la temperatura tan repentino y por qué a pesar del alumbrado público la espesura de la oscuridad era más intensa?

Yo estaba en casa de un familiar, esperando que el reloj avanzara y mientras más deseoso estaba de que las manecillas giraran con más fuerza, estas acortaban su paso, como presagiando una desgracia tratando de evitarla. No soy alguien que guste ir a una festiva o algún tipo de baile y esa noche no fue la excepción, pero a pesar de ser así, tenía que soportar el hecho de convivir con gente tomada, sudada y en ocasiones violenta, pues a mi hermana le gusta divertirse en ese ambiente. Yo
no había ido a ese festival, pero acordé llegar a las once de la noche por ella, para irnos a casa a descansar, lo que yo no sabía es que esa iba a ser una noche inolvidable para todos.

Volví a mirar el reloj y por un momento me pareció ver, que aquella caja mecánica que llevaba tiempo colgada en aquella pared, había detenido su curso, volví a clarear mis ojos de un parpadeo y pude notar como el indicador que muestra los minutos, iba cambiando pesadamente al siguiente numero romano. –Las once menos quince- me dije yo, así, me despedí de mi abuela y salí de su casa bajo la negrura de aquella extraña oscuridad.

El baile se había llevado acabo como a ocho cuadras cerca de la casa de mi abuela, caminaba por una calle anterior a la principal e iba observando. La calle estaba húmeda, había llovido y las temperaturas habían bajado bastante, pero lo extraño era que a pesar de lo nublado que estaba el cielo, se podía ver perfectamente la luna llena en todo su esplendor, parecía que las nubes se habían puesto de acuerdo para que esa noche, todos pudiésemos observarla.
Entonces un viento extraño y frío se coló por mi cuerpo, me abroché la chaqueta y seguí adelante. Una noche con ese halo de misterio sólo me hacía pensar una cosa, “peligro”.

Doblé una esquina para tomar la calle principal cuatro cuadras antes del baile, miré el reloj y noté que eran las once menos cinco, -Dios mío, me va a matar mi hermana-. Pensé al momento que apresuré el paso, casi a dos cuadras antes de llegar, algo me llamó la atención, no soy de las personas que miran el suelo cuando caminan, pero esa noche no había nada que observar alrededor, sólo podía mirar la luna y el reflejo de ella en el agua estancada de las calles. Me detuve a observar detalladamente que era lo que brillaba en aquel encharcamiento, una sonrisa me vino al rostro casi inmediatamente, yacía ahí tendida, en aquella agua semi-lodosa, un brazalete de oro, con pequeños diamantes rojos y aun a pesar de estar sumergida en aquella agua sucia, pude notar un tenue olor al perfume de una mujer.

Me quedé un rato mirándole fijamente y pensando, -¿Quién podría haber sido la portadora de este hermoso objeto? Un desfile de imágenes pasaron por mi mente, creando la mujer ideal para el uso de tan radiante objeto. De pronto una voz conocida me sacó de mi pensamiento, trayéndome a la realidad de golpe, exclamando:
-¡que puntual eres! Te estoy esperando desde hace diez minutos-, era mi hermana que ya venía en camino, miré nuevamente el reloj y eran las once con diez minutos, me pregunté yo mismo:
-¿Cuánto tiempo perdí observando e imaginando?-, no me percate de la hora en ese momento y perdí la noción del tiempo. Entonces le ofrecí una disculpa y le mostré la razón por la cual mi demora, sólo se le quedó viendo, no dijo nada y siguió caminando.

Conforme avanzábamos me percaté de uno extraños ruidos a la lejanía detrás de nosotros, parecían gruñidos de perros, hacían ver que estaban furiosos o hambrientos, no les tomé importancia, pues pensé que sólo eran perros callejeros, pero la curiosidad me ganó y volteé para ver que estaba sucediendo. Al principio sólo veía oscuridad, pero poco a poco, entre la ligera niebla podía ir viendo tres sombras de un tamaño enorme, no parecían perros normales, cuando volví a fijarme pude verlos, tres bestias caminando sobre dos patas, mis ojos se desbordaban de puro asombro, no podía creer lo que estaba viendo, era algo sobrenatural. De pronto me vino a la cabeza una antigua leyenda de la zona, la leyenda contaba que unas bestias gustaban de invadir los cementerios y devorar cadáveres, lo recordé, licántropos. Todo esto era increíble, pero en aquel momento no tenía otra explicación para lo que estaba viendo.

Le dije a mi hermana, -no es por asustarte, pero voltea a mirar lo que nos está siguiendo-, me respondió, -ya sé, por eso no me quedé a platicar de lo que habías encontrado-, le dije, -si ya lo sabias, ¿Para qué rayos no me lo dijiste desde un principio?-, me contestó, - porque ibas a salir corriendo y es mejor que actuemos naturalmente, que crean que no sabemos, que crean que nos están acechando-, lo dijo con una calma que inspiró mucha confianza, pero se me ocurrió voltear nuevamente y observé como esas cosas ya venían en cuatro patas y corriendo, le dije a mi hermana,
-será mejor que empieces a correr porque esas cosas ya lo están haciendo-, pero me hizo una señal que me alarmó, me dijo sin pronunciar palabra alguna que hiciera mi vista hacia sus piernas, -¡Oh no!, ¡falda!-, dije con voz alta, estábamos cerca de la esquina que tome anteriormente para dirigirme a la calle principal y recordé que había un edificio de seis pisos en construcción, tenía un enrejado de puntas como protección, entonces le dije a mi hermana, -vete al edificio de enfrente y sube aquellas escaleras y estando una vez arriba, jala hacia ti que ahí estarás segura-, ella me dijo, -¿Y tú?, ¿Qué vas a hacer?-, le dije, -les voy a distraer para que no intenten llegar a ti-.

Así pues, pasé las construcciones de aquella protección y subí hasta el último piso, no tenía ni idea de lo que iba a hacer, pero yo tenía que hacer algo, entonces me percaté de una barra de metal parecida a una lanza y me propuse a atravesar a la primera cosa que subiera, estaba apuntando hacia las escaleras pero nada, me decidí a mirar desde arriba por la cornisa y observé un par de esas cosas saltando la protección y subiendo por la pared sin tomar la escalera, entonces pensé, -¿Qué
pienso hacerles cosquillas con esta barra?, debo de buscar algo que acabe con los dos de una sola vez-. Por suerte estaba ahí cerca un equipo de construcción que usa gran cantidad de energía eléctrica, que importa, sólo corté el cable con una sierra manual y encendí el interruptor de ese equipo, por donde ellos iban subiendo había un gran charco de agua estancada, si subían y pisaban el agua quedarían electrocutados, pero si no, entonces estaría en graves aprietos, sólo podía rezar y ver hasta donde me acompañaba la suerte ese día.

Todo salió como lo planeé, cuando llegaron hasta el último piso, lo primero que pisaron fue el agua, entonces solté el cable y observe sorprendido, como se electrocutaban y se retorcían del dolor al momento que soltaban alaridos desgarradores, me dio miedo, pero era yo o ellos, después cuando ya estaban completamente muertos, conté, -¡dos!, ¿Dónde está el otro?- desconecté el equipo
para no electrocutarme y tomé nuevamente la barra de metal, me acerqué a la cornisa para mirar nuevamente y cuando terminé de observar, sentí una exhalación caliente por detrás, me quedé desconcertado, con los ojos más fuera de borde, no sé si fue valentía o miedo, pero tomé la barra con todas mis fuerzas y giré rápidamente enterrando la barra hasta el fondo sin dar tiempo de nada, sólo escuché un aullido atroz que estremeció todo mi ser, le había enterrado la barra en el pecho, después de observarlo una fracción de segundo se abalanzó sobre mí, haciéndonos caer por la cornisa, en la caída pude sujetarme de un extremo que sobresalía del quinto piso, pero esa cosa alcanzó a rasgar mi pierna derecha con sus garras, cuando esto terminó me incorporé y observé como esa bestia había caído encima de las protecciones, atravesándolo por la mitad.

Fui por mi hermana y nos fuimos a la casa de la abuela, ahí pasamos la noche, al día siguiente decidimos regresar a la construcción, pero no había nada, ni cuerpos, ni sangre, “nada”. Se lo contamos a nuestros padres y les mostré mi herida, sólo dijeron que lo mantuviéramos en secreto. Un extraño suceso, la herida sanó en tres días, de aquellas bestias no se supo nada, pero lo más extraño, es que después de esa noche; dos noches antes, en luna llena y dos noches después de luna llena, me inyectan sedantes muy potentes. Y mi pregunta es, ¿Por qué?...

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